Dendera es un pequeño pueblo situado en la ribera occidental del
Nilo a 60 km. al norte de Luxor. Su nombre proviene del de “Tentyra” o “Tentyris”, que fue utilizado en la época greco-romana, y que a su vez provenía del original egipcio “Enet-te-ntr”. El templo de Dendera, conocido también como “El Castillo del Sistro” o “La Casa de Hathor” está dedicado a Hathor, la diosa del amor, de la alegría y de la belleza, que los griegos asimilaron con su Afrodita.
Nilo a 60 km. al norte de Luxor. Su nombre proviene del de “Tentyra” o “Tentyris”, que fue utilizado en la época greco-romana, y que a su vez provenía del original egipcio “Enet-te-ntr”. El templo de Dendera, conocido también como “El Castillo del Sistro” o “La Casa de Hathor” está dedicado a Hathor, la diosa del amor, de la alegría y de la belleza, que los griegos asimilaron con su Afrodita.


Albert Slosman, doctor en matemáticas y en informática y colaborador de la NASA en los proyectos Pioneer sobre Júpiter y Saturno, indicó que todos los fundamentos de astronomía y de astrología del antiguo Egipto partían de Dendera. Existe un papiro del escriba del faraón Keops que se conserva en el Museo de El Cairo y en el que se precisa que,
“…por orden de Khufu, el templo de la Dama del Cielo de Dendera será reconstruído por tercera vez, sobre el mismo emplazamiento y según los planos establecidos por los “sucesores de Horus” sobre pieles de gacela y salvaguardados en los archivos del Rey…”.
Algunos estudiosos como E.C. Krupp indican que el zodiaco se realizó en el año 30 a.C. y que fue importado de Mesopotamia.
Por su parte Sir Norman Lockyer, el famoso astrónomo estudioso de Stonehenge, mantenía que Dendera era mucho más antiguo y que se había construido en alineación con Sirio.
Para el filósofo alsaciano R.A. Schwaller, el zodiaco de Dendera encierra indicios internos de una vetustez remota.
Giorgio de Santillana y Herta von Dechend señalan que el movimiento de precesión se conocía desde la más remota antigüedad y que controlaba la actividad celestre y la terrestre.
Efectivamente, una marca en el zodiaco de Dendera indica el polo eclíptico norte que, junto a otros jeroglíficos del borde del disco, indica las posiciones de los equinoccios en una época muy anterior a la que es fechado.
El gran problema que se planteaba era el mencionado por Otto Neugebauer y R.A. Parker, quienes afirmaban que “un amplio conocimiento de la precesión no es compatible con una descripción no matemática de la astronomía”. Para ellos los egipcios expresaron en términos alegóricos los conceptos astronómicos.
Al parecer los egipcios adquirieron un conocimiento que no fue adquirido por evolución sino que aparecía ya desde el principio de su civilización aunque aludiendo, eso sí, a la presencia de unos dioses que mediaban en la hazaña y eran los destinatarios de tal ofrenda. La ceremonia del “estiramiento de la cuerda” se asociaba con la fundación del templo, ya que consistía en colocar su eje paralelo a una cuerda que unía dos estacas.
En las inscripciones de Dendera se indica que el rey tenía su ojo puesto en una estrella de la constelación de la Pata delantera del Toro (Osa Mayor). I.E.S. Edwards indica que ese rito del estiramiento de la cuerda es antiquísimo y menciona el relieve encontrado en el templo solar del faraón Niuserre (V dinastía).
Si las formaciones astronómicas y el estudio de los ciclos precesionales eran anacrónicos para griegos y romanos, ¿cómo es posible que los egipcios del Imperio Antiguo ya lo conocieran?
Albert Slosman publicó en París en 1976 su libro titulado “El Gran Cataclismo”, donde documenta con todas las pruebas que ha podido obtener el hundimiento de la Atlántida hace 12.500 años y el éxodo de los atlantes hasta su llegada a Egipto, justamente esta fecha aparece en el zodiaco de Dendera al ser la constelación de Leo la que sobre una barca parece guiar a todo el conjunto. Fecha tan arcana fue también mencionada por el grupo de astrónomos de Charles Dupuis que estudiaron el zodiaco a su llegada al Museo Imperial de París (futuro Museo del Louvre) en 1822.
Para algunos investigadores, los sacerdotes atlantes, sabedores del peligro que se avecinaba, hicieron construir unas barcas para salvar a su pueblo. Serían las “barcas sagradas” que aparecen en todos los grandes templos.
El techo de la sala hipóstila de Dendera sería una escenificación del cataclismo atlante. En la interpretación ideográfica de los jeroglíficos una línea quebrada significa “agua”; dos líneas señalarían en plural “aguas”; tres líneas apuntarían “la crecida del Nilo”; y el “diluvio” estaría representado por cinco líneas. Pues bien, tanto en el techo del templo como en el zodiaco aparecen ocho líneas quebradas, el superdiluvio o gran cataclismo que produjo el hundimiento de la Atlántida y que fue descrito por Platón en Timeo y Critias.
Para un gran número de estudiosos la civilización antigua egipcia debe sus extraordinarios conocimientos a los atlantes. Para Slosman, además, le deben también sus dioses. Sostiene que el capítulo XVII del Libro de los Muertos “recoge la teología original del mundo de la cual todas han derivado…
E n paredes del templo de Dendera los dioses atlantes aparecen en procesión subiendo la escalera principal que conduce a la terraza del templo.
La comitiva está compuesta por todos aquellos dioses primigenios, sucesores de Horus, cuya representación pictórica en el Antiguo Egipto, pero muestra que son verdes.
El caso es que si la teología atlante es idéntica a la de Abraham y a la de Moisés, y por ende el Antiguo Testamento proviene de ella, ¿dónde estarían esos hijos de dios que se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos que fueron los héroes de la antigüedad? (Génesis, 6-1)
A parte de las famosas “bombillas de Dendera”, el templo guarda un secreto mucho más importante relacionado con la energía y su utilización. Es lógico encontrar a los dioses como protagonistas de todo tipo de escenas litúrgicas, pero su procesión hacia la terraza del templo es una incógnita.
Una escalera de caracol desde el piso principal desemboca en la zona superior del templo. Allí se encuentran varias capillas dedicadas al misterio de la muerte y resurrección de Osiris, y la habitación que alberga el zodiaco. En un nivel superior, al que se accede por una escalera exterior, se encuentra la terraza. Existe otra escalera de caracol simétrica a la de subida y que está destinada a la bajada.
Ambas escaleras están decoradas prácticamente con los mismos motivos aunque contrarios. Por una, la comitiva de grandes sacerdotes se encaminaba hacia la terraza llevando ofrendas y otros objetos. Por la otra, los sacerdotes bajaban después de haber realizado sus ritos en la terraza. Ya no bajaban las ofrendas, aunque transportaban el mismo objeto misterioso que habían subido anteriormente. Este objeto, rectangular, llevado con sumo cuidado por varios sacerdotes especialistas, mantiene una clara diferencia cuando sube y cuando baja. Cuando es transportado en la subida está repleto de serpientes cobra, símbolo de energía en el antiguo Egipto. Pero cuando baja las cobras han desaparecido, ya no tiene energía. Por todo el suelo del techo del templo se distribuyen unos orificios dispuestos en líneas enigmáticas. Un primer examen ocular indica que sobre las líneas se volcaron metales derretidos pues la presencia de cobre y zinc (o plomo) parece confirmar la idea. Las placas metálicas se colocarían bajo un plan preciso, donde los metales funcionarían según los propósitos de un ingeniero electrónico, porque una placa electrónica es lo que parece la terraza superior del templo de Dendera.
El techo del templo era tan importante para los sacerdotes, tenía que ver con los dioses.
Dioses que recorrían el cielo de Egipto y que descendían precisamente en el templo dedicado a la Dama del Cielo, tal y como fue descrito por Berosso o por Demetrio de Falera, director de la Biblioteca de Alejandría y autor de la obra titulada,
“Acerca de las luces que se ven en el cielo, puntos luminosos que se ven ocasionalmente en el cielo y que nada tiene que ver con las estrellas”. Lo que en la actualidad se relacionaría con el fenómeno OVNI.
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