Lluvias de animales

En diversas partes del mundo se tiene registro desde siglos un tipo de lluvias muy particular, siendo relacionado con las lluvias inversas.

Uno de los casos que ocurren cada año, al comienzo de la estación lluviosa, se refiere cuando los habitantes de Yoro, en Honduras, preparan cubetas, barriles, palanganas y redes para recoger los peces que van a caer del cielo. La "lluvia de pescado", como la llama la gente del lugar, suele comenzar de
cuatro a cinco de la tarde y va seguida de tormentas eléctricas y fuertes vientos. En Europa la referencia del fenómeno más antigua es el ocurrido en 1833, cuando una sustancia parecida a la lana cayó en trozos sobre grandes extensiones de campo cerca del pueblo francés de Montussan.
En las explicaciones pasadas, los dioses, demonios, espíritus, poltergeist y otras entidades innominadas son los responsables de esas lluvias, o al menos de parte de ellas. En la actualidad hay teorías como de la curvatura del tiempo, en la que se piensa que mundos de otra dimensión, pero de constitución paralela, se cruzan ocasionalmente con el nuestro, y que cuando lo hacen, caen corrientes de peces, campos de hielo, acumulaciones de piedras y montones de materia gelatinosa. Las lluvias inversas se tratan en que los objetos son inexplicablemente absorbidos por el aire, como el referido en el Times de Londres del 5 de julio de 1842: El miércoles por la mañana [29 de junio] fue observado un fenómeno del carácter más raro y extraordinario en las inmediaciones de Cupar [Escocia]. Hacia las doce y media, con el cielo despejado y el aire en perfecta calma, una muchacha ocupada en lavar ropa en una tina en el campo comunal, oyó sobre su cabeza un estampido fuerte y seco, seguido de una ráfaga de viento de extraordinaria violencia, y que solo duró unos instantes. Al mirar a su alrededor, observó que todos los manteles, sábanas, etc. estaban en el suelo formando una franja de cierta anchura sobre el verde a varios cientos de metros de distancia; pero otra parte de las prendas, cortinas y cosas más pequeñas, eran llevadas hacia arriba a una altura inmensa, de modo que ya casi se perdían de vista, y gradualmente desaparecieron por completo en dirección sudeste y no se ha vuelto a saber de ellas. En el momento de la detonación que precedió al viento, se vio el ganado del prado vecino correr asustado de un lado para otro, y durante algún tiempo después continuó amontonándose con visible terror. La violencia del viento era tal que una mujer que en ese momento sostenía una sábana fue incapaz de retenerla por miedo a verse arrastrada con ella. Es notable que, mientras incluso las prendas más pesadas eran llevadas lejos corriendo por el verde, como si dijésemos, y los lazos que sujetaban varias sábanas se rompieron, las prendas ligeras que había sueltas a ambos lados del holt [colina poblada de árboles] no se movieron de su sitio. Igualmente el número del 10 de julio de 1880 del Scientific American trae esta noticia, tomada del Plain Dealer de East Kent (Ontario): Los señores David Muckle y W. R. McKay... estaban en un campo de la granja del primero cuando oyeron un súbito estruendo, como de un cañón. Se volvieron justo a tiempo para ver una nube de piedras volar hacia lo alto desde un lugar del campo. Tremendamente sorprendidos, examinaron el lugar, que era circular y de unos 45 m de diámetro, pero no había indicios de erupción ni nada que indicase la caída allí de un cuerpo pesado. El terreno estaba simplemente barrido. Están seguros de que la causa no fue un meteorito, ni una erupción de la Tierra, ni un torbellino.

La explicación científica más aceptada de la mayoría de estas lluvias es que todo lo que cae fue antes absorbido por un torbellino o una tromba marina, basándose en que en el aire se localizan con aparatos especiales polvo, hongos, huevecillos de diversos insectos diminutos, bacterias, y hasta partículas de heces de animales y de residuos industriales. Aunque para levantar del suelo esas pequeñas partículas no haga falta mucha energía, los grandes torbellinos, tornados y trombas marinas generan corrientes ascendentes de una fuerza enorme. En el embudo de un tornado los vientos pueden girar a velocidades de 270 a 480 kilómetros por hora y producir una presión de más de 135 kilos por cada 10 centímetros cuadrados sobre todo cuanto encuentren en su camino, lo que no daría una conclusión coherente ya que en las lluvias de animales sólo caen de una especie, de una edad, y hasta de un sexo determinado, además de la interrogante del cómo se mantienen vivos a pesar de que las lluvias se suscitan varios kilómetros de distancia de sus aparentes hábitats de origen, incluyendo que no reciben daños físicos.

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