Templo Ceremonial de Palenque

Las ruinas del sitio arquelógico de Palenque se encuentran en la densa selva de Chiapas, México. Actualmente se encuentra en un estado de deterioro, la multitud de visitas que se congregan en el lugar han hecho que su erosión sea constante al pasar de los años en una rapidez superior a la que había sufrido antes de su descubrimiento, el cual se remonta al año de 1841, cuando el escritor y viajero estadounidense John Lloyd Stephens publicó una obra en donde afirmaba: «De todo el romanticismo de la historia del mundo, nada me ha impresionado tanto como el espectáculo de esta ciudad, antaño grande y hermosa, y hoy derruida, desolada y perdida.»

En el Templo del Sol, que para muchos representa la más
perfecta de todas las construcciones mayas, se encontró la máscara del dios Jaguar del Otro Mundo; en los otros dos templos se trata de un árbol en forma de cruz, con un pájaro posado en él.

Pero la que más resalta por el descubrimiento que se llevó a cabo en él fue el Templo de las Inscripciones, cuando en 1949 el arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier descubrió una gran losa de piedra en el suelo del templo, la retiró y encontró el comienzo de una escalera, bloqueada por una masa de escombros que su equipo tardó tres años en despejar. Al pie de las escaleras, exactamente a ras del suelo.

Al retirar la losa, Lhuillier abrió una tumba que había permanecido inviolada durante más de mil años. La describió como “una enorme sala vacía que parecía tallada en hielo, una especie de gruta cuyas paredes y techo semejaban superficies perfectas, o una capilla abandonada cuya cúpula estuviera cubierto de estalactitas y de cuyo suelo surgían gruesas estalagmitas como los goteos de una vela...”, en efecto, en el lugar se empezaban a formar las estalactitas, las cuales tardan siglos en darse.

En esta cripta funeraria se encontró una lápida de piedra de 5 toneladas con magníficas tallas, colocada sobre un sarcófago; en todas las paredes había relieves escultóricos que representaban a los nueve Señores de la Noche venerados por los mayas. Dentro del sarcófago, Lhuillier descubrió los restos de un hombre alto, fallecido hacia sus 40 años. Su cuerpo y su rostro permanecían cubiertos de joyas de jade, que contrastaban con el revestimiento rojo de la tumba. Enormemente lujosa era la máscara funeraria, de mosaico de jade, con curiosas incrustaciones de obsidiana y nácar en los ojos.

Las tallas de la lápida del sarcófago ha sido objeto de múltiples especulaciones, siendo la más aceptada la que se refiere a la representación del árbol de la vida, y un hombre cayendo al inframundo, pero la más controvertida es la apoyada por Erich von Daniken, en su obra "Recuerdos del futuro", afirmando que representa a un astronauta.

En los años 70, varios especialistas en cultura maya, entre ellos los estadounidenses Floyd Lounsbury y Linda Schele, descifraron numerosas inscripciones de las paredes de los templos de Palenque, descubriendo que el esqueleto de la cripta perteneció a un noble llamado Pakal, que significa «mano-escudo», hijo de la dama Zac-Kuk, que gobernó antes que él y quizás actuara como regente cuando Pakal ascendió al trono a la edad de 12 años.

Según las inscripciones, Pakal murió a los 80 años de edad, en el 683 dC, hecho que resulta extraño porque el esqueleto corresponde a un hombre mucho más joven. Durante su mandato se construyó el gran palacio y Palenque alcanzó el apogeo de su poder, predominando sobre muchas comunidades mayas de la zona. Pakal trasformó Palenque en un importante conjunto ceremonial.

Pakal era la representación misma de la élite que regía a los mayas, obsesionada con el culto de los muertos. Los antepasados de Pakal se hallan instalados en una cueva situada al lado de su sarcófago; a la vez, todos sus sucesores dejaron inscripciones en las que reafirmaban su especial relación con él.

En el culto participaban los sacerdotes astrónomos mayas, que al parecer practicaban un complicado juego de números donde se equiparaban las necesidades de la religión y el poder con las de la historia y la genealogía. El Templo de las Inscripciones recibe este nombre debido a que contiene una serie de 620 jeroglíficos, la más extensa de la cultura maya. Aunque no se los ha descifrado en su totalidad, resulta evidente que algunos se refieren a personajes y dioses partícipes de una historia que se remonta a miles de años atrás.

Lounsbury sostiene, en base a las inscripciones, que el Templo de la Cruz se construyó en honor del hijo de Pakal, exactamente el mismo día en que había nacido cierta ancestral figura maternal, 3.724 años antes (1.359.540 días). Este elevado número de días es importante porque es posible dividirlo entre siete ciclos mayas, planetarios o del calendario. Esta coincidencia numerológica -una entre muchas - parece indicar que la historia de los mayas se dictaba a las actividades de la élite gobernante, estableciéndose continuidad con sus antepasados. La última fecha descifrada en Palenque corresponde al año 835. Después de ésta, el centro sagrado quedó abandonado.

La máscara funeraria de Pakal está compuesta de 200 fragmentos de jade montados en un molde de madera. Los ojos son de nácar y obsidiana. Esta máscara cubría la calavera de Pakal en su sarcófago del Templo de las Inscripciones de Palenque. El esqueleto tenía asimismo otros adornos de jade: pendientes, un collar y anillos en los dedos. En su boca portaba una piedra de jade de gran tamaño, otras dos en las manos y, a sus lados, le acompañaban dos figuras de igual material.

Post relacionado:
Teotihuacán