El manuscrito Voynich

Es un libro escrito hace aproximadamente 500 años por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible, el denominado voynichés. El nombre del manuscrito se debe al especialista en libros antiguos Wilfrid M. Voynich, quien lo adquirió en 1912. Actualmente está catalogado como el ítem MS 408 en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale.

La primera sección del libro es casi seguro un herbario, pero han fracasado completamente todos los intentos para identificar las plantas, ya sea con especies existentes o con los dibujos estilizados de los herbarios contemporáneos. Algunos autores afirman que no corresponden a
especies terrestres y que las ilustraciones, examinadas bajo el microscopio, lucen no como dibujos sino como células, muestras de tejido vegetal de la planta. Sólo se pueden identificar con alguna certidumbre un par de plantas, entre las que se incluyen el pensamiento silvestre y el helecho "culantrillo" o "cabello de Venus". Los dibujos del herbario que se asemejan a los bocetos "farmacológicos" parecen ser "copias en limpio" de éstos, salvo que se completaron las partes que faltaban con detalles inverosímiles. De hecho, muchas de las plantas parecen ser compuestas: se juntan las raíces de una especie con las hojas de otra y las flores de una tercera; en ocasiones las raíces han sido adornadas con "ojos", zarpas o incluso garras: se desconoce qué significan estos adornos (salvo que fuesen claves o pistas visuales de algún tipo).

Brumbaugh cree que una ilustración representa un girasol del Nuevo Mundo, lo que ayudaría a fechar el manuscrito y abriría posibilidades intrigantes acerca de su origen. Sin embargo, la semejanza es escasa, sobre todo si se la compara con la especie silvestre original; y puesto que se desconoce la escala del dibujo, la planta podría representar un ejemplar de una amplia familia botánica, compuesta por muchas especies (margarita, camomila,...) y extendida por todo el mundo. Otra de las posibles especies que se distinguiría en las hojas y en los frutos es la planta Ricinus communis.

El texto consiste de más de 170.000 glifos, normalmente separados unos de otros por pequeños espacios. La mayoría de los glifos están escritos con uno o dos trazos simples. Considerando que existen disputas sobre si ciertos glifos son distintos o no, se calcula que el alfabeto entero consta de entre 20 y 30 glifos totales para casi todo el texto, con raras excepciones de algunas docenas de caracteres "extraños", encontrados una o dos veces en todo el texto. Los espacios más anchos dividen el texto en alrededor de 35.000 "palabras" de longitud variada. Estas parecen seguir una cierta fonética o reglas ortográficas de cierto tipo; por ejemplo, algunos caracteres deben aparecer en cada palabra (como las vocales en el castellano), algunos caracteres nunca siguen a otros, algunos pueden ser dobles pero otros no.

El texto es fluido, como si el escriba entendiera lo que estaba escribiendo mientras lo hacía; el manuscrito no da la impresión de que cada carácter haya tenido que ser calculado antes de ser escrito en la página. Se utilizó pluma de ave para escribir el texto y dibujar las figuras con pintura de colores; según se puede apreciar, el texto es posterior a las figuras, ya que en numerosas ocasiones el texto aparece tocando el borde de las imágenes.

A lo largo de su existencia constatada, el manuscrito ha sido objeto de intensos estudios por numerosos criptógrafos profesionales y aficionados, incluyendo destacados especialistas estadounidenses y británicos en descifrados de la Segunda Guerra Mundial.

Cumple la ley de Zipf, que viene a decir que en todas las lenguas conocidas la longitud de las palabras es inversamente proporcional a su frecuencia de aparición (cuantas más veces aparece una palabra en un idioma, más corta es), hace pensar que se trata no sólo de un texto redactado en un lenguaje concreto, sino también que este lenguaje está basado en alguna lengua natural, ya que lenguajes artificiales no cumplen esta regla. Esto es debido a que la explicación a esta ley se basa en la economía lingüística: las palabras que más utilizamos son más cortas y así requieren menos energía, por ello es el uso de una lengua el que acaba por imponer esta ley. Es prácticamente imposible que el autor del manuscrito Voynich conociera la ley de Zipf, enunciada muchos siglos después, y por tanto que la aplicase a una lengua inventada por él. El lingüista Jaques Guy ha sugerido que el texto del manuscrito Voynich podría estar expresado en una lengua natural exótica, aunque escrito con un alfabeto inventado. Ciertamente, la estructura de palabras es similar a la de muchas familias lingüísticas de Asia Oriental y Central, principalmente la sino-tibetana (chino, tibetano y birmano), la austroasiática (vietnamita, jemer,...) y tal vez la tai (tailandés, lao,... ). En muchas de estas lenguas, las "palabras" (es decir, las unidades lingüísticas más pequeñas con un significado definido) constan de una sola sílaba; y esas sílabas tienen una estructura bastante rica, incluidos patrones tonales.

Esta teoría goza de cierta plausibilidad histórica. Aunque esas lenguas disponen en general de sistemas de escritura propios, éstos suelen ser notablemente difíciles para los visitantes occidentales, lo que motivó la invención de varios alfabetos fonéticos, habitualmente usando letras latinas, pero a veces se emplearon letras inventadas. Aunque los ejemplos conocidos son muy posteriores al manuscrito Voynich, la historia registra cientos de exploradores y misioneros que lo podrían haber hecho (incluso antes del famoso viaje de Marco Polo en el siglo XIII), pero especialmente después de que Vasco de Gama descubriese la vía marítima a Extremo Oriente en 1499. El autor del manuscrito Voynich podría ser también un nativo del Lejano Oriente que vívía en Europa, o bien se educó en una misión europea.

El principal argumento a favor de esta teoría es que es consistente con todas las propiedades estadísticas del texto del manuscrito Voynich que han sido comprobadas a la fecha, incluyendo las palabras dobladas y triplicadas que aparecen en los textos escritos en chino y vietnamita con la misma frecuencia aproximada que en el manuscrito. También explica la aparente falta de números y de características sintácticas occidentales (tales como artículos y cópulas), y la inescrutabilidad general de las ilustraciones. Otra posible pista la constituyen dos grandes símbolos rojos en la primera página, que han sido comparados con el título de un libro de estilo chino, dado la vuelta y pobremente reproducido. Además, la aparente división del año en 360 grados (en lugar de 365 días), en grupos de 15 y comenzando en Piscis, son rasgos propios del calendario agrícola chino (jie q'i). El principal argumento en contra de esta teoría es que nadie (incluidos los eruditos de la Academia de Ciencias de Pekín) ha podido encontrar ningún ejemplo claro de simbolismo oriental o de ciencia asiática en las ilustraciones.

A finales de 2003, el polaco Zbigniew Banasik propuso que el manuscrito es texto redactado en idioma manchú, y dio una traducción incompleta de la primera página del manuscrito.

El texto (llamado voynichés) fue claramente escrito de izquierda a derecha, con un margen derecho desigual. Las secciones más largas se encuentran partidas en párrafos, a menudo con "viñetas" en el margen izquierdo. No hay evidencia de signos de puntuación.

Por otro lado, el "idioma" del manuscrito Voynich, el voynichés, es distinto de los idiomas europeos en varios aspectos. En particular no existen palabras con más de 10 "letras". Además, la distribución de letras dentro de una palabra es algo peculiar: algunos caracteres aparecen solamente al principio de una palabra, otros solamente al final y algunos siempre en el medio.

Se atribuye a los primeros propietarios reales del manuscrito la creencia de su autoría por parte de Roger Bacon (1214-1294). El manuscrito presenta notables parecidos con una obra del autor inglés Anthony Ascham, "A Little Herbal" (Un pequeño herbario), publicada en 1550.

El primer dueño confirmado del manuscrito fue un cierto Georgius Barschius, un oscuro alquimista que vivió en Praga a comienzos del siglo XVII. Aparentemente Barschius se encontraba tan confundido con respecto al libro. Tras enterarse de que Athanasius Kircher, un erudito jesuita del Collegio Romano, había publicado un diccionario de copto (etíope) y "descifrado" los jeroglíficos egipcios, envió una muestra del manuscrito Voynich a Kircher en dos ocasiones, pidiéndole pistas. Su carta a Kircher en 1639, recientemente hallada por René Zandbergen, es la mención más antigua del manuscrito hallada hasta la fecha.

Se desconoce si Kircher respondió al pedido, pero aparentemente se encontraba lo suficientemente interesado como para intentar adquirir el libro, que Barschius rehusó vender. Tras la muerte de Barschius el manuscrito pasó a manos de su amigo Johannes Marcus Marci, en aquel entonces rector de la Universidad Carolina de Praga, quien rápidamente envió el libro a Kircher, su amigo corresponsal. La carta de Marci (1665) se encuentra aún adjunta al manuscrito. En esta carta le ofrece el manuscrito para su descifrado y menciona que fue adquirido por el emperador Rodolfo II de Bohemia (1552-1612) por 600 ducados de oro. La carta menciona luego que en la corte de Rodolfo II se creía que el autor del manuscrito era Roger Bacon (el fraile franciscano que vivió entre 1214 y 1294).

No se encuentran menciones del libro en los dos siglos siguientes, aunque muy probablemente fuera conservado, junto con la correspondencia de Kircher, en la biblioteca del Collegio Romano (actualmente la Universidad Pontificia Gregoriana). Allí permaneció probablemente hasta que las tropas de Víctor Manuel II de Italia conquistaron la ciudad en 1870, anexionando los Estados Pontificios al nuevo Estado italiano. El nuevo Gobierno italiano decidió confiscar muchas de las propiedades de la Iglesia, incluyendo la biblioteca del Collegio. De acuerdo con las investigaciones de Xavier Ceccaldi y otros, justo después de este acontecimiento muchos de los libros de la biblioteca de la universidad fueron transferidos precipitadamente a las bibliotecas personales de su facultad, donde quedaban a salvo de la confiscación. La correspondencia de Kircher, incluyendo el manuscrito, se encontraba entre estos libros.

Parece ser que alrededor del año 1912 el Collegio Romano se encontraba en una situación económica precaria y decidió vender, discretamente, algunas de sus propiedades. Así fue cómo Wilfrid Voynich adquirió 30 manuscritos. En 1961, tras fallecer Voynich, su viuda vendió el libro a otro marchante de libros antiguos, llamado H. P. Kraus. No pudiendo encontrar un comprador, Kraus donó el manuscrito a la Universidad de Yale en 1969.

Se han propuesto muchos posibles autores del manuscrito Voynich. Una reproducción fotostática de la primera página del manuscrito Voynich, hecha por Voynich en algún momento anterior a 1921, mostraba el rastro débil de unas palabras que habían sido borradas. Con la ayuda de algunos productos químicos, se pudo leer que el texto decía "Jacobj `a Tepenece": es decir, Jakub Horcicky de Tepenec, en latín Jacobus Sinapius, un especialista en hierbas medicinales, médico personal de Rodolfo II y encargado de sus jardines botánicos. Voynich, y muchos otros después, dedujeron de esta "firma" que Jacobus poseía el manuscrito Voynich antes que Baresh, y vio en ello una confirmación de la historia de Raphael. Otros han sugerido que el propio Jacobus pudo ser el autor.

Sin embargo, la caligrafía de las palabras difuminadas no coincide con la de la firma de Jacobus, que aparece en un documento recientemente localizado por Jan Hurich. Por ello es posible que la escritura de la primera página fuera añadida posteriormente por un dueño o librero, y sería sólo la hipótesis de esta persona acerca del autor del manuscrito. En los libros de historia de los jesuitas de los que disponía Kircher, Jacobus era el único alquimista o médico de la corte de Rodolfo que merece una entrada de una página completa mientras que, por ejemplo, apenas si mencionan a Tycho Brahe. Además los productos químicos aplicados por Voynich han deteriorado tanto el pergamino que actualmente apenas si se puede ver rastro de la escritura, así que también existe la sospecha de que la firma fuera falsificada por Voynich para contribuir al fortalecimiento de la hipótesis de la autoría de Roger Bacon.

La impresión general que proporcionan las páginas que nos han llegado del manuscrito sugieren que su propósito era servir como una farmacopea o desarrollar temas comunes en la medicina medieval o renacentista. Sin embargo, los detalles intrigantes de las ilustraciones han alimentado muchas teorías acerca del origen del libro, su contenido, y los fines para los que fue concebido.

Los recipientes y tubos de la sección "biológica" podrían indicar una relación con la alquimia, lo que sería relevante si el libro contuviera instrucciones para la preparación de compuestos médicos. Sin embargo los libros alquímicos del periodo comparten un lenguaje visual común, en el que se representan los procesos e ingredientes por medio de imágenes específicas (el águila, el sapo, un hombre en una tumba, una pareja en la cama, el sol, etc.) o símbolos textuales convencionales (un círculo con una cruz, etc.); no se identifica ninguno de ellos en el manuscrito.

Sergio Toresella, experto en herbarios antiguos, señaló que el manuscrito Voynich podría ser un herbario alquímico, que de hecho no tiene nada que ver con la alquimia. Se trata de un herbario ficticio con dibujos inventados, con el que los curanderos cargaban para impresionar a sus clientes. Parece que existió una pequeña industria doméstica de tales libros en alguna parte de Italia Septentrional, justo en esa época. Sin embargo, esos libros eran muy diferentes del manuscrito Voynich en estilo y diseño, y siempre estaban escritos en lenguaje normal.

Las consideraciones astrológicas siempre tuvieron un papel importante en la recolección de hierbas medicinales, sangrías y otros procedimientos médicos comunes en la época más probable de elaboración del manuscrito (ver, por ejemplo, los libros de Nicholas Culpeper). Sin embargo, aparte de los obvios signos zodiacales, y un diagrama que parece mostrar los planetas clásicos, nadie ha sido capaz de interpretar las ilustraciones dentro de las tradiciones astrológicas conocidas (sean europeas o de otros lugares).

Un dibujo circular en la sección "astronómica" (folio 68 vuelto, sección 3) representa un objeto de forma irregular con ocho brazos curvados y estrellas amarillas y azules en su interior; algunos lo han interpretado como el dibujo de una galaxia, que sólo se puede observar con un telescopio e incluso se ha insinuado que el propio Roger Bacon pudo fabricar uno con un espejo cóncavo: sin embargo incluso con los mayores telescopios actuales ninguna galaxia presenta ese aspecto salvo que se utilice la fotografía; la Galaxia de Andrómeda aparece bastante de canto y no de frente como la que se aprecia en el manuscrito.

El parecido es muy discutible: en una inspección ocular el centro de la "galaxia" se asemeja más bien a un estanque de agua mientras que los presuntos brazos son líneas espirales con texto, no con estrellas amarillas o azules.

Se han interpretado otros dibujos como células vistas a través del microscopio: ello implicaría un origen moderno del manuscrito (siglo XVII), más que medieval.

Jacques Bergier, en su obra Les livres maudits (editorial J' ai Lu, París, 1971), traducida al español como Los libros condenados (Plaza & Janés, 1973), propone una interesante hipótesis: el autor del Manuscrito Voynich poseía conocimientos extraordinariamente avanzados y demasiado peligrosos para el mundo moderno, por ejemplo el secreto de las estrellas novas, por lo cual los ocultó para evitar nuestra propia autodestrucción.

No hay pruebas de tales conocimientos avanzadísimos en el manuscrito, salvo algunos diseños "astronómicos" (por ejemplo estrellas que parecen "explotar" en los folios 68 anverso y 69 reverso, aunque pueden representar cualquier otra cosa): de todos modos es altamente improbable que Voynich en 1912, por no mencionar al dúo mágico-alquimista Dee-Kelley (hacia 1585) o incluso el propio Roger Bacon supiese qué es la energía nuclear, cómo manipularla o liberarla de modo artificial.3 4 5

Prescott Currier, un criptógrafo de la Marina de los Estados Unidos, que trabajó con el manuscrito en los 70, observó que se podían separar las páginas de la sección "herbario" en dos conjuntos, las manos A y B, con propiedades estadísticas distintas y caligrafías diversas. Concluyó que el manuscrito Voynich era la obra de dos o más autores con diferentes dialectos y convenciones ortográficas. Sin embargo, estudios recientes han puesto en duda esta conclusión. Un experto en caligrafía que examinó el libro opinó que una sola mano había redactado el manuscrito entero. Además, cuando se examinan todas las secciones, se ve una transición más gradual, con el herbario A y el herbario B en los extremos opuestos. Así, las observaciones de Prescott podrían ser tan sólo la consecuencia de que las secciones del herbario hubieran sido escritas en dos épocas muy separadas en el tiempo; también cabe la posibilidad de que el manuscrito actual haya sido cosido a partir de secciones que, originalmente, tenían otra disposición.

Se han avanzado muchas hipótesis acerca de la naturaleza de la lengua del manuscrito Voynich. Sigue una lista no exhaustiva:

Según esta teoría, el manuscrito Voynich contiene texto, con significado en alguna lengua europea, que se hizo oscuro a propósito convirtiendo las letras mediante algún sistema de cifrado: un algoritmo que operaba sobre letras individuales.

Ha sido la hipótesis de trabajo en la mayoría de intentos de desciframiento durante el siglo XX, incluido un equipo de criptógrafos de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU.) dirigido por William F. Friedman, a principios de los años cincuenta. Primero agrupó el First Study Group (1944-1946) y luego el Second Study Group. Se descartaron los cifrados de sustitución simple, porque son muy fáciles de descifrar. Por eso los esfuerzos se han dirigido en general hacia los cifrados polialfabéticos, inventados por Leon Alberti hacia 1460. Este tipo incluye el popular cifrado de Vigenère, tal vez reforzado por el uso de símbolos vacíos o equivalentes, reordenación de letras, rupturas falsas de palabra, etc. Algunos autores suponen que se eliminaron las vocales antes del cifrado. Algunos han pretendido el éxito en el desciframiento siguiendo estos supuestos, pero ninguno ha sido ampliamente aceptado, principalmente porque los algoritmos de desciframiento propuestos dependen de tantas suposiciones por parte del lector que se podría obtener un texto con significado de cualquier serie aleatoria de símbolos.

James Finn propuso en su libro Pandora's hope (La esperanza de Pandora, 2004) que el manuscrito Voynich es en realidad hebreo codificado visualmente. Una vez se han trascrito correctamente la letras, usando como guía el E.V.A., se pueden leer muchas de las palabras del manuscrito en hebreo, y se repiten con diversas deformaciones para confundir al lector. Por ejemplo, la palabra AIN del manuscrito significa “ojo” en hebreo, y también aparece con formas distorsionadas como “AIIN” o “AIIIN” para hacerlas parecer como palabras diferentes cuando en realidad son la misma. También se utilizan otros métodos de criptografía visual. Esto explicaría el fracaso que los demás investigadores han tenido al descifrar el manuscrito, porque se basan más en una metodología matemática. El principal argumento en contra es que tal codificación cualitativa constituye un obstáculo formidable para el talento del descifrador individual, dada la multiplicidad de posibles interpretaciones visuales alternativas del mismo texto. Sería difícil separar cuánta interpretación es del texto genuino, y cuánta refleja simplemente la subjetividad del intérprete.

Esta teoría mantiene que el texto del manuscrito Voynich carece en su mayor parte de significado, pero contiene la información oculta en detalles discretos: por ejemplo, la segunda letra de cada palabra, o el número de letras en cada línea. Esta técnica, llamada esteganografía (en griego, “escritura encubierta”) es muy antigua, y la describió, entre otros, el abad Johannes Tritemius en 1499. Se ha sugerido que el texto traducido ha de ser obtenido mediante una rejilla de Cardano de algún tipo. Esta teoría es difícil de probar o rechazar, puesto que los textos esteganográficos pueden ser arbitrariamente difíciles de transcribir. Un argumento en contra es que usar un texto que aparenta estar cifrado va en contra del principal objetivo de la esteganografía, que es ocultar la propia "existencia" del mensaje secreto.
Algunos han sugerido que el texto con significado podría estar codificado en la longitud o forma de ciertos rasgos de la escritura. Hay ejemplos de esteganografía de aproximadamente esa época, que usan el tipo de letra (por ejemplo regular frente a cursiva) para ocultar información. Sin embargo, cuando se examina con un gran aumento, los rasgos de escritura del manuscrito Voynich tienen un aspecto natural y aparecen afectados principalmente por la superficie rugosa del pergamino.

Post relacionado:
Magia en la SS