Akakor

Karl Brugger ( 1942, Múnich, Alemania – 3 de enero de 1984, Río de Janeiro, Brasil) era reportero y escritor de origen alemán con estudios en Sociología e Historia. Convertido en un experto estudioso de las culturas nativas americanas, y luego de varias expediciones a las selvas del Brasil, se hizo mundialmente conocido por su libro “Las Crónicas de Akakor”, editado en 1976, en el que narra la existencia de una ciudad perdida en las selvas del Amazonas llamada Akakor. Le dio la muerte
un desconocido quien le disparó cuando paseaba por las playas de Ipanema, en Brasil. Se denunció que en los días posteriores a su muerte, el consulado alemán entró a su departamento y se llevó toda la documentación privada del periodista. Su asesino, y los motivos de éste para tal acción, nunca fueron conocidos.
Sus investigaciones durante su vida sobre la famosa ciudad subterránea Akakor, tuvieron su comienzó con el encuentro del piloto suizo Ferdinand Schmidt con un indígena meztizo, en el que narra : “El 3 de marzo de 1972. M., al mando en Manaus del contingente brasileño en la jungla, facilitó el encuentro. Fue en el bar Gracas á Deus («Gracias a Dios») donde por primera vez me enfrenté con el blanco caudillo indio. Era alto, tenía el pelo largo y oscuro y un rostro finamente moldeado. Sus ojos castaños, ceñudos y suspicaces, eran los característicos del mestizo. Tatunca Nara vestía un descolorido traje tropical, regalo de los oficiales, como posteriormente me explicaría.
El cinturón de cuero, ancho y con una hebilla de plata, era realmente sorprendente. Los primeros minutos de nuestra conversación fueron difíciles. Con cierta indiferencia, Tatunca Nara expuso en un deficiente alemán sus impresiones de la ciudad blanca, con sus miles de personas, la prisa y la precipitación en las calles, los altos edificios y el ruido insoportable. Sólo cuando hubo vencido sus reservas y su suspicacia inicial, me contó la más extraordinaria historia que jamás había escuchado. Tatunca Nara me habló de la tribu de los ugha mongulala, un pueblo que había sido «escogido por los dioses» hacía 15.000 años.Describió dos grandes catástrofes que habían asolado la Tierra, y habló de Lhasa, el legislador, un hijo de los dioses que gobernó el continente sudamericano, y de sus relaciones con los egipcios, el origen de los incas, la llegada de los godos y una alianza de los indios con 2.000 soldados alemanes nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Me habló de gigantescas ciudades de piedra y de los poblados subterráneos de los antepasados divinos. Y afirmó que todos estos hechos habían sido registrados en un documento denominado la Crónica de Akakor”.
De ahí no pasó como sólo una leyenda, para posteriormente contársela al alemán Karl Brugger, a su regreso a Alemania, y éste llevar una investigación, empezando con datos de la región y de Tatunca, lo que arrojó que la irrupción de Tatunca Nara en escena se produjo en 1968
“Cuando un periódico menciona a un caudillo indio que salvó las vidas de doce oficiales, le fueron concedidos un permiso de trabajo brasileño y un documento de identidad. Según diversos testimonios, el misterioso caudillo habla un deficiente alemán y sólo comprende algunas palabras de portugués, pero está familiarizado con varias lenguas indias habladas en las zonas altas del Amazonas. Unas pocas semanas después de su llegada a Manaus, Tatunca Nara desapareció súbitamente sin dejar huella ”.
En 1969 estalló un violento enfrentamiento que involucró a las tribus salvajes y los colonos blancos en la provincia fronteriza peruana Madre de Dios.
“El líder de los indios, quien, según los informes de prensa peruanos, era conocido como Tatunca («gran serpiente de agua»), huyó tras la derrota a territorio brasileño. Con objeto de impedir una repetición de los ataques, el gobierno peruano solicitó del brasileño la extradición, pero las autoridades brasileñas se negaron a cooperar. Las hostilidades en la provincia fronteriza de Madre de Dios se prolongaron durante 1970 y 1971.
Las tribus indias salvajes huyeron hacia los bosques casi inaccesibles cercanos al nacimiento del río Yaco. Perú cerró la frontera con Brasil e inició la invasión sistemática de los bosques vírgenes. Según los testigos oculares, los indios peruanos compartieron el destino de sus hermanos brasileños: fueron asesinados y murieron víctimas de las enfermedades de la civilización blanca”.
Por ese mismo año, una terrible sequía golpeó a la región de los Ugha Mongulala. Con el hambre en puerta, Tatunca Nara decidió arriesgarse a salir a la superficie, para pedir ayuda a los “Blancos Bárbaros”, y así aliviar los pesares que amenazaban a su gente.
Tutanca entonces deposita su confianza un sacerdote, a lo que él mismo se refiere: “Vestido con las ropas de los soldados alemanes, abandoné Akakor y después de un laborioso viaje, llegué a Río Branco. Una de sus grandes ciudades, situada en la frontera entre Brasil y Bolivia. Aquí me dirigí al sumo sacerdote de los Blancos Bárbaros, a quien había conocido por intermedio de los doce oficiales blancos. Le revelé el secreto de Akakor y le hablé sobre la miserable situación de mi pueblo. Como prueba de mi historia, le entregue dos documentos de los Dioses, y éstos convencieron definitivamente al sumo sacerdote blanco. Accedió a mi petición y regresó conmigo a Akakor. La llegada a Akakor del sumo sacerdote blanco provocó violentas discusiones con el consejo supremo. Los ancianos y los señores de la guerra rechazaron todo contacto con él. Para evitar cualquier posible traición, exigieron incluso su cautividad. Solamente los sacerdotes estaban preparados para discutir una paz justa. Después de argumentaciones infinitas, el consejo supremo concedió al sumo sacerdote blanco un período de seis meses, durante el cual expondría a su propio pueblo la terrible situación de los Ugha Mongulala. Para que pudiera reforzar su historia, le fueron entregados varios escritos de los Padres Antiguos. Si no lograba convencer a los Blancos Bárbaros, tenía la obligación de devolver los documentos a Akakor. Durante seis meses, nuestros exploradores esperaron en el lugar acordado para el encuentro en la zona alta del Río Rojo. El sumo sacerdote blanco no regresó. (Algún tiempo después me enteraría de que había muerto en un accidente de aviación. De todos modos, había enviado los documentos a una lejana ciudad llamada Roma. Esto es lo que, en cualquier caso, dijeron sus servidores.”
En las postrimerías de 1972, Tatunca Nara llevó su historia a las autoridades brasileñas, para convencerlas de tomar cartas en el asunto.
“Con la ayuda de los doce oficiales cuya vida había salvado, entró en contacto con el servicio secreto brasileño. Apeló asimismo al Servicio de Protección India (FUNAI) y le habló a N., secretario de la embajada de la República Federal de Alemania en Brasilia, sobre los 2.000 soldados alemanes que, según sostenía, habían desembarcado en Brasil durante la Segunda Guerra Mundial y están todavía vivos en Akakor, la capital de su pueblo. N. no creyó la historia y negó a Tatunca Nara todo acceso posterior a la embajada.
FUNAI sólo accedió a cooperar una vez que muchos de los detalles de la historia de Tatunca Nara sobre tribus indias desconocidas de la Amazonia fueron comprobados durante el verano de 1972. El servicio formó una expedición para establecer contacto con los misteriosos ugha mongulala y dio instrucciones a Tatunca Nara para que hiciera todos los preparativos necesarios. Sin embargo, estos planes se vieron interrumpidos por la resistencia de las autoridades locales de la provincia de Acre. Siguiendo instrucciones personales del entonces gobernador Wanderlei Dantas, Tatunca Nara fue arrestado. Poco antes de su extradición a la frontera peruana, sus amigos oficiales lo liberaron de la prisión de Río Branco y lo devolvieron a Manaus”
Con los datos recogidos, Brugger decidió emprender una expedición hacia Akakor, que contaría con la guía de Tatunca Nara y la participación de un fotógrafo:
“Abandonamos Manaus el 25 de septiembre de 1972. Remontaríamos el río Purus hasta donde pudiéramos en un barco alquilado, tomaríamos después una canoa con motor fuera borda y la utilizaríamos para alcanzar la región del nacimiento del río Yaco en la frontera entre Brasil y Perú, luego continuaríamos a pie por las colinas bajas al pie de los Andes hasta llegar a Akakor. Tiempo necesario para la expedición: seis semanas; probable regreso: a comienzos de noviembre. Nuestro equipo se componía de hamacas, redes para mosquitos, utensilios de cocina, alimentos, las ropas habituales para la jungla y vendajes médicos. Como armas, un Winchester 44, dos revólveres, un rifle de caza y un machete. Además, llevábamos nuestro equipo de filmación, dos registradoras magnetofónicas y cámaras. Los primeros días fueron muy diferentes de lo que esperábamos: nada de mosquitos, ni de serpientes de agua ni de pirañas. El río Purus era como un lago sin orillas. El primer pueblo que alcanzamos fue Sena Madureira, último asentamiento antes de penetrar en las todavía inexploradas regiones fronterizas entre Brasil y Perú. Era un lugar Típico de la Amazonia: polvorientas carreteras de arcilla, ruinosas barracas y un desagradable olor a agua estancada. Ocho de cada diez habitantes sufren de beriberi, lepra o malaria. La malnutrición crónica ha dejado a estos seres en un estado de triste resignación. Rodeados por la brutalidad de la inmensidad y aislados de la civilización, dependen principalmente del licor de caña de azúcar, único medio de escapar a una realidad sin esperanza. En un bar, nos despedimos de la civilización y nos topamos con un hombre que dice conocer las zonas altas del río Purus. En su búsqueda de oro, fue hecho prisionero por los indios haisha, una tribu semi-civilizada que se asienta en la región del nacimiento del río Yaco. Su relato es desalentador: nos habla sobre rituales caníbales y flechas envenenadas. El 5 de octubre, en Cachoeira Inglesa, cambiamos el bote por la canoa. A partir de aquí dependemos de Tatunca Nara. Los mapas de ordenanza describen el curso del río Yaco, pero sólo de una manera imprecisa. Las tribus indias que viven en esta región no tienen aún contactos con la civilización blanca. A J. y a mí nos domina un sentimiento de incomodidad.
Doce días después de haber dejado Manaus, el paisaje comienza a cambiar. Hasta aquí el río semejaba un mar terroso sin orillas. Ahora nos deslizamos a través de las lianas por debajo de árboles voladizos. Tras una curva del río, hallamos a un grupo de buscadores que han construido una primitiva factoría sobre la orilla del río y criban la arena de grano grueso con cedazos. Aceptamos su invitación de pasar la noche y escuchar sus extraños relatos sobre indios con el pelo pintado de rojo y azul con flechas envenenadas. El viaje se convierte en una expedición contra nuestras propias dudas. Nos hallamos a apenas diez días de nuestro presunto objetivo. Loque en Manaus parecía una fantástica aventura se ha convertido ahora en una pesadilla. Principalmente, comprendemos que nos gustaría dar la vuelta y olvidarlo todo sobre Akakor antes de que sea demasiado tarde .Todavía no hemos visto a ningún indio. Tatunca Nara se prepara para el regreso con su pueblo. En una extraña ceremonia, se pinta su cuerpo: rayas rojas en su rostro, amarillo oscuro en el pecho y en las piernas. Ata su pelo por detrás con una cinta de cuero decorada con los extraños símbolos de los ugha mongulala.
El 13 de octubre nos vemos obligados a regresar. Después de un peligroso pasaje sobre rápidos, la canoa es atrapada por un remolino y zozobra. Nuestro equipo de cámaras, empaquetado en cajas, desaparece bajo los densos arbustos de la orilla; la mitad de nuestros alimentos y de las provisiones médicas se han perdido también. En esta situación desesperada, decidimos abandonar la expedición y regresar a Manaus. Tatunca Nara reacciona con irritación: se muestra violento y contrariado. A la mañana siguiente, J. y yo levantamos nuestro último campamento. Tatunca Nara, con la pintura de guerra de su pueblo, cubriéndole únicamente un taparrabos, toma la ruta terrestre para regresar con su pueblo. Este fue mi último contacto con el caudillo de los ugha mongulala. ”
Pasaría mucho tiempo hasta que Karl Brugger y Tatunca Nara volvieran a reunirse y publicar su libro sobre Akakor.
En su crónica oral, el líder de los Ugha Mongulala relató al periodista germano, que visitantes estelares aterrizaron en Sudamérica hace cerca de 15.500 años, procedentes de Schwerta, lugar remoto y “centro de un imperio conformado por numerosos mundos situado en los confines de nuestro universo ”.
Fueron 130 familias que se establecieron en este continente.
“Ellos civilizaron a los hombres y fundaron la Tribu de los Ugha Mongulala, que significa “Tribus Escogidas Aliadas”. Y para sellar su alianza eterna, se unieron a ellos”.
Tatunca los describió como similares los humanos en lo físico, salvo por un detalle: los desconocidos contaban con seis dedos.
Los extranjeros erigieron 26 ciudades, casi todas subterráneas, tres de las cuales fueron elegidas como principales.
“ La ciudad de Akakor se extendía más allá del río Purus, en un alto valle, situado en la frontera que divide a Brasil de Perú. La región de Madre de Dios (Perú) y Acre (Brasil), señalarían los límites de su territorio. Toda la ciudad está rodeada por una gran muralla de piedra con trece puertas. Éstas son tan estrechas que únicamente permiten el acceso de las personas de una en una. La llanura del Este, a su vez, está protegida por atalayas de piedra en las que escogidos guerreros se hallan continuamente en vigilancia de los enemigos. Akakor está dispuesta en rectángulos. Dos calles principales que se cruzan dividen la ciudad en cuatro partes, que corresponden a los cuatro puntos universales de nuestros Dioses. El Gran Templo del Sol y una puerta de piedra tallada de un único bloque están situados sobre una gran plaza en el centro. El templo mira hacia el Este, hacia el Sol naciente, y está decorado con imágenes simbólicas de nuestros Maestros Antiguos. En cada mano, una criatura divina sostiene un cetro en cuyo extremo superior hay una cabeza de jaguar. La figura está coronada con un tocado de ornamentos animales. Una extraña escritura, y que sólo puede ser interpretada por nuestros sacerdotes, reseña la fundación de la ciudad. Todas las ciudades de piedra construidas por nuestros Maestros Antiguos tienen una puerta semejante. El edificio más impresionante de Akakor es el Gran Templo del Sol. Sus paredes exteriores están desnudas y fueron construidas con piedras artísticamente labradas. El techo está abierto de modo que los rayos del Sol naciente puedan llegar hasta un espejo de oro, que se remonta a los tiempos de los Maestros Antiguos, y que está montado en la parte delantera. Figuras de piedra de tamaño natural flanquean la entrada del templo por ambos lados. Las paredes interiores están tapizadas con relieves. En una gran arca de piedra hundida en la pared delantera del templo se encuentran las primeras leyes escritas de nuestros Maestros Antiguos”
Al tomar conocimiento de la historia, el escritor Erich von Dänike se dirigió a Manaos, en 1977, y contactó a Tatunka Nara. El nativo también le hizo a él las mismas revelaciones contadas anteriormente a Brugger, pero agregó que un objeto que tendrían ahí estaba emitiendo un ruido semejante al de los enjambres de abejas, lo que demostraría estar próximo el momento en que los antiguos dioses volverían, aseguró Nara.
Dänike le encargó a Schmidt acompañar a Nara hasta la ciudad de Akahim y obtener el misterioso objeto que cantaba y que le dijo que lo hiciera a cualquier costo.
Fue entonces organizada una nueva expedición para explorar la ciudad perdida, de la cual también participó el renombrado arqueólogo brasilero Roldão Pires Brandão, que hacía un tiempo estaba buscando una antigua civilización que pensaba existía en los márgenes de uno de los afluentes del Río Amazonas.
En la 5ta. Reunión Mundial de la Ancient Astronaut Society, que fue realizada en julio de 1978, en Chicago (EE.UU), Dänike habría informado a los participantes que esperaba que una expedición tuviese éxito y trajera la prueba tan aguardada de que un pueblo nativo que estaría en contacto con extraterrestres.
Desgraciadamente, por diversos problemas del viaje y también algunos creados por Brandão (el arqueólogo), que fue baleado en forma accidental, el hecho tan esperado no sucedió y la expedición se vio forzada a volver estando a sólo dos días de distancia de la ciudad perdida.
En esa misma ocasión, comenzaron a correr rumores que un grupo de estudiosos ingleses también estaría intentando llegar a las ruinas, partiendo desde Venezuela.
Temiendo perder la primicia del descubrimiento, Brandão comunicó a la prensa la existencia de las pirámides en el lugar, ya vistas anteriormente por Brugger.
Brandão consiguió que varios medios dieran la noticia de su descubrimiento al mundo. Un equipo de la revista Veja (publicación muy conocida en Brasil) sobrevoló la región de la Sierra da Guipara y el 1 de agosto de 1979, divulgó un reportaje mostrando estructuras piramidales cubiertas por la vegetación. Las pirámides tienen una base cuadrangular, la más elevada tiene unos 150 metros de altura, las otras dos son menores. Brandão manifestó que son idénticas a las descubiertas en Mèxico.
Luego de la realización del reportaje, comenzaron a surgir diferentes versiones sobre las pirámides.
El geógrafo Aziz Ab’Saber, director del Instituto de geografía de la Universidad de San Pablo (USP), declaró que las formaciones piramidales eran apenas montañas. “Son importantísimos documentos geológicos comunes en la región” informó el científico y así se creó un tiempo de espera sobre el origen de las pirámides.
El 8 de enero de 1984 el diario El Estado de San Pablo, hizo renacer la discusión al publicar un artículo en que presentaba posibles respuestas para solucionar el enigma.
Allí se dijo que el indígena Tatunka Nara sería un ex marinero de guerra neurótico que se había establecido en el Amazonas, donde creó la historia fantástica de las ciudades perdidas.

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